lunes, 11 de junio de 2012

Sócrates y el deber.

     Si proyectando fugarnos de aquí, se nos acercasen las leyes y los responsables de las Polis y nos preguntasen:
- Dinos, Sócrates, qué piensas hacer. ¿Verdad que con lo que te propones intentas destruirnos a nosotras y a la ciudad entera en lo que a ti te concierne, o tal vez te parezca posible que siga existiendo, que no se venga abajo aquella ciudad en la que no tengan fuerza alguna las sentencias pronunciadas, sino que pierden su autoridad y son aniquiladas por otras de los particulares? ¿Diremos acaso que era la ciudad injusta con nosotros y que no sentenciaba con rectitud? ¿Diremos esto o no?
-Esto, por Zeus, amigo Sócrates, respondió Critón.
-Y que responderemos si las leyes dicen: <<Sócrates, ¿es acaso el convenio estipulado entre tú y nosotras? ¿No te comprometiste a someterte a las sentencias que la ciudad pronunciase? (...) ¿Qué motivos de queja tienes con respecto a la ciudad y a nosotras? (...) Veamos, para empezar: ¿No te trajimos al mundo nosotras, ya que por nuestra mediación se casó tu padre con tu madre y te engendró?, o, ¿es que acaso tienes algún motivo de disgusto contra las leyes sobre el matrimonio? Y con las leyes concernientes a la crianza y educación del niño que tú también disfrutaste, ¿tal vez no eran buenas las prescripciones que ordenaban a tu padre que te hiciese instruir?>>
-Sí, eran buenas, respondería yo.
-Pues bien, si naciste, fuiste criado y educado merced a nosotras, ¿puedes sostener que no eres nuestro hijo y nuestro esclavo, tú y tus antepasados? (...) ¿Tal vez eres tan sabio que se te oculta que la patria es más digna de respeto que la madre, el padre y los antepasados todos? ¿Qué responderemos a esto, Critón? ¿Que dicen verdad las leyes o no?
-Que dicen verdad.

Platón: Critón, 49.



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