martes, 26 de junio de 2012

Los Cínicos.

Una vez, mientras tomaba el sol, Alejandro Magno deteniéndose frente a él, le ofreció:
- Pídeme lo que quieras.
- Que te apartes, pues me quitas el sol.
Estaba en cierta ocasión pidiendo limosna a una estatua. Preguntado por qué lo hacía, contestó:
- Me ejercito en fracasar.
Interrogándosele sobre qué edad era la más apropiada para el matrimonio, opinó:
- De joven, aún no; de viejo, ya no.
Interrogado sobre cuál era el mejor vino contestó:
- El de los demás.
A quien le dijo:
- Muchos se ríen de ti, contestó:
- Pero yo me tomo en serio.
Al recriminársele por comer en la plaza pública, contestó:
- Es que aquí es donde he sentido hambre.
Al regreso de los juegos olímpicos se le preguntó si había visto mucha gente:
- Mucha gente sí, pero hombres muy pocos.
Censurándole algunos el hecho de frecuentar lugares inmundos contestó:
- También el sol visita muladares y no se ensucia.
Preguntándole por qué se le llamaba <<perro>>, <<perruno>> (kynos), contestó:
- Meneo la cola a los que me dan algo, ladro a los que no me dan y muerdo a los malvados.
Preguntándole uno de dónde era, contestó:
- Soy ciudadano del mundo.

Diógenes Laercio: <<Los Cínicos>>, o. c.