lunes, 10 de marzo de 2014

El viejo pescador.


Era un viejo pescador que vivía en una cabaña junto al mar, todos los días se levantaba muy temprano, se tomaba un café solo, preparaba una mochila con algo de comida y una botella de agua, cogía los aperos de la pesca, los metía en su vieja barca y se hacía a la mar, siempre se alejaba más de la costa de lo habitual, pero estaba convencido de que un poco más de riesgo merecía la pena, lo primero que dejaba de ver eran las viejas casas de los pescadores y los paisanos que mariscaban cerca de la orilla, luego los edificios más altos, hasta que sólo veía mar y cielo, en ese momento lanzaba sus redes para coger peces más pequeños que normalmente le servían de carnaza para su caña de pescar con la que capturaba los peces grandes que era lo que a él le interesaba, pues eran los mejor pagados en el mercado.
El viejo llevaba una racha de mala suerte y ahora intuía que eso iba a cambiar, y así ocurrió, de pronto la caña se dobló hasta casi romperse, tuvo que soltar cuerda poco a poco, notando la gran fuerza que ejercía el pez, justo cuando casi se hubo agotado la tanza el pez comenzó a cansarse y a subir a la superficie desde las profundidades, cuando llegó arriba, los saltos eran espectaculares y la visión del gran pez sobrecogió al hombre que estaba decidido a cobrarse su presa, su pericia hacía que los intentos del pez por liberarse resultaran inútiles, cuando consiguió acercarlo a la barca, lo agarró con un gancho de hierro y tuvo que amarrarlo al costado de la barca para transportarlo ya que dentro no cabía. El gran pez derrotado miraba al viejo con sus grandes ojos negros y redondos, éste sintió admiración por tan magnífico animal y pesar por no poder dejarlo vivir.
Después de tanta lucha, el viejo estaba muy cansado, así que recuperó fuerzas comiendo y bebiendo un poco para luego dormir un rato. Lo despertó la lluvia, parecía que se acercaba un temporal, y aún no veía los edificios altos, además la barca no estaba nivelada por el peso del gran pez, se dió cuenta de que la tormenta lo pillaría y tendría que emplearse a fondo, pensó que el cielo se había enfadado con él por haber pescado una criatura tan divina, rayos, truenos y centellas cayeron sobre la barca y agua, mucha agua, olas enormes que a punto estuvieron de hacerlo naufragar, y lo más importante, perder a su pez. Exhausto logró capear el temporal, pero no acabaron aquí las dificultades, cuando ya estaba cerca de su objetivo, unos escualos, tiburones, marrajos, habían olido la sangre del pez, incluso la habían saboreado ya, con la ayuda de los remos, el viejo intentó espantarlos, pero no lo conseguía, eran demasiados, así que lograron comerse casi todo el pez, nuestro hombre derrotado y sin fuerzas  llegó a orilla, hubo de tenderse en la arena para descansar y se quedó dormido, un joven amigo y discípulo suyo le ayudó, pudo ver los restos del gran pez que el viejo no logró salvar, llevó al viejo a su casa y le consiguió un buen trozo de pan y algo de vino, cuando hubo comido lo acostó y le dijo; viejo, mañana puede volver a intentarlo, si me permite me gustaría ir con usted, jamás volveré a dejarle solo, aunque mi familia no quiera.

El viejo y el mar (The Old Man and the Sea) es una historia escrita por Ernest Hemingway en 1951 en Cuba y publicada en 1952. Fue su último trabajo de ficción importante publicado en vida y posiblemente su obra más famosa.