miércoles, 1 de mayo de 2013

Kant y Dios.

     Segunda mitad del siglo XVIII; Kant defiende la dignidad humana y considera al hombre como un fin en sí mismo, época de tensión entre el ser y el deber ser, entre política y ética, entre lo real y lo trascendental. Ahora el conocimiento viene dado por la experiencia y por lo puesto a priori por el sujeto (Copérnico), y el hombre, ser autónomo, se impone a sí mismo la ley (Rousseau). Para Kant el hombre es ante todo buena voluntad, la razón práctica pura es el motor que hace que esa buena voluntad se exprese, la razón (¿qué puedo saber?) implica que somos libres, es decir, somos libres porque disponemos de la razón. ¿Qué debo saber? La razón hace que nuestra buena voluntad se exprese de este modo, que se haga esta pregunta, pues bien; debemos actuar de forma que nuestras máximas, nuestras convicciones puedan llegar a ser leyes universales y nunca debemos usar a los demás como un medio, de este modo nuestras convicciones pueden llegar a convertirse en leyes universales, "imperativos categóricos", nuestra moral autónoma, individual, puede llegar a valer para todos. Si actúo de esta manera ¿qué puedo esperar?, si hago caso a la razón, consigo la libertad y la inmortalidad del alma (Existencia de Dios).