viernes, 28 de junio de 2013

Mejor ser listo que inteligente.

Este artículo de Carmen Posadas me parece muy interesante, dedíquenle un ratito.

http://www.finanzas.com/xl-semanal/firmas/carmen-posadas/20130609/mejor-listo-inteligente-5567.html



El camión Manolito y la grúa Gertrudis.

El camión Manolito iba por la carretera cargado de comida para las gallinas del tío Pascual, cuando llegó al camino de tierra que llevaba a la granja se acordó que el día antes había llovido y que habría barro y charcos por todas partes, aún así nuestro amigo hubo de seguir para llegar a su destino, y sin remedio se quedó atascado muy cerca de la granja, así que el camión Manolito cogió el teléfono y llamó a su amiga, la grúa Gertrudis, que se encontraba en su taller arreglando coches, la grúa Gertrudis era mecánico, y de vez en cuando tenía que atender algunas emergencias, en este caso le tocó el turno a su amigo Manolito, así que puso la sirena y corrió a ayudarle, cuando llegó al lugar se saludaron y seguidamente enganchó al camión y comenzó a tirar, Manolito también puso en marcha su motor y ayudó en lo que pudo, hasta que poco a poco consiguió salir del gran charco de barro, luego se volvieron a saludar y se dieron las gracias el uno al otro y Manolito siguió hasta la granja.


Cuando llegó, el tío Pascual le preguntó que había pasado, Manolito se lo contó todo, luego se dispuso a descargar siguiendo las instrucciones de Pascual. Como las gallinas tenían tanta hambre no podían esperar y se subieron en el remolque, así que Manolito hubo de tocar la bocina mientras basculaba para espantarlas y no pisar a ninguna, cuando hubo descargado había una montaña de comida y las gallinas junto con los gorriones, jilgueros, palomas, tórtolas, otras muchas aves y algún que otro roedor pudieron darse un banquete. Manolito se despidió del tío Pascual y éste le dio las gracias.

Manolito volvió a su pueblo, cuando llegó entró en un bar en dónde se reunían todos sus amigos, ahí estaba la grúa Gertrudis tomándose un refresco, Manolito se pidió otro y estuvieron hablando de lo que les había pasado durante el día. También se encontraban en aquel lugar; motos, bicicletas de carrera y de montaña, ambulancias, camiones de bomberos, coches y motos policía..., aquel era un sitio muy animado y divertido.


viernes, 14 de junio de 2013

El niño y el pulpo.

Había una vez un niño llamado Juanito que iba todos los días a una pescadería cerca de su casa con sus padres, mientras éstos compraban algo de pescado, a Juanito le gustaba tocarlo todo; las doradas, los boquerones, las sardinas, las almejas, los mejillones, las lubinas, las pescadas, etc. Un día los papás del niño le preguntaron al pescadero; "¡Niño!, ¿el choco aguanta?", a lo que éste respondió; "Pues mire, depende de dónde lo tire". Mientras esto ocurría el niño Juanito quiso tocar un pulpo fresco que había ese día, cuando lo hizo, el pulpo que tenía los ojos cerrados, los abrió de repente y se comió al niño.

Los padres gritaron horrorizados y decidieron que el culpable era el pescadero, pero nuestro pescadero que  era muy audaz dijo; "¡No os preocupéis, esto tiene arreglo!", de modo que cogió al pulpo y metió la mano dentro de la boca del bicho logrando agarrar al niño por los pelos y sacarlo de las fauces del animal. El niño estaba bien, sólo estaba llorando como un desconsolado, aparte de la pringe y de la tinta que tenía por todas partes.

El pescadero regañó al pulpo, le dijo; "Que sea la última vez que te comes a un niño, si tienes hambre me lo dices y te doy media hora para desayunar, este es el segundo que tengo que sacarte de la boca." El bicho se excusó diciendo que pensaba que era comida, pues lo había tocado, que era un acto reflejo producto de muchos siglos de evolución y que él no tenía culpa.

Los papás de Juanito se pusieron muy contentos y decidieron regañar a su niño para que no volviese a tocar ningún pescado, además le dijeron que tendrían que ducharlo pues estaba muy sucio, cuando el niño oyó esto volvió a llorar porque no quería bañarse y cuando estaba en el agua volvió a llorar porque estaba jugando y no quería salirse. Sin embargo, cuando Juanito ya estaba limpito, seco, con el pijama puesto y se hubo tomado un bibi de leche calentita, estaba tan cansado que se quedó profundamente dormido y soñó que estaba jugando a adivinar las nubes en un prado verde con árboles, pájaros, flores, ovejas, vaquitas, y que lucía un sol radiante.



Manolito el mentiroso.



Era una vez un niño que se llamaba Manolito, vivía en una casita de madera al pie de las montañas, tenía ovejas y vacas. Todos los días se levantaba muy temprano, se bebía un vaso de leche y comía unas tostadas, preparaba una mochila con un bocata grande y llenaba una botella de agua, cogía su chivata, un palo grande que sirve para dirigir al ganado, y sacaba las vacas y ovejas a pastar a un prado que estaba a unos kilómetros de su casa, cuando llegaba disfrutaba primero un poco con aquel paisaje tan especial, rodeado de montañas nevadas, un río de aguas cristalinas con muchos peces, pájaros volando y cantando, árboles preciosos enormes, escuchaba al viento silbar cuando se movía entre ellos por el valle, también podía observar toda clase de animalillos y  florecillas, luego se comía su bocadillo, cuando terminaba, le entraba mucho sueño y se dormía en una roca que estaba calentita por el sol, sin embargo, cuando despertaba se encontraba un poco solo y aburrido, para divertirse se le ocurrió entonces gritar; "¡que viene el lobo, que viene el lobo y se lleva mi ganado!", todos los vecinos acudieron rápidamente a socorrer a Manolito, pero cuando llegaron encontraron que éste se estaba riendo a carcajadas y se fueron muy enfadados a sus tareas, al poco Manolito volvió a repetir el episodio y ocurrió lo mismo, pero un día cuando nuestro amigo despertó se encontró de frente al lobo de verdad que le dijo; "Manolito, voy a llevarme tus vacas y ovejas.", a lo que Manonito respondió; "No, no lo harás, llamaré a mis vecinos y vendrán a ayudarme", pero esta vez los vecinos no lo creyeron y no acudieron, el lobo volvió a hablar; "Tus amigos no acuden, voy a llevarme tu ganado", Manolito se quedó sin sus vacas y ovejas, y volvió cabizbajo a su casa y con la lección aprendida.

El gallo pelao.




Había una vez un gallo pelao que estaba subido en una tapia muy alta, entonces pasó un gato y le dijo; gallo pelao te vas a caer de la tapia, y el gallo le respondió, no, no me caeré, bueno, bueno, pero te aviso que te has subido a la tapia y te vas a quedar debajo, un poco más tarde pasó un perrito y le dijo; gallo pelao te vas a caer de la tapia, no, no me caeré, respondió el gallo, bueno, bueno, pero te aviso que te has subido a la tapia y te vas a quedar debajo, luego pasó una gallina guineana y le dijo lo mismo, a lo que el gallo respondió igual, al tiempo nuestro gallo pelao se quedó dormido y vino un ventarrón que hizo que el gallo se cayera al suelo, luego vinieron todos los que lo aconsejaron y le dijeron; gallo pelao, gallo pelao, te lo advertimos, que te ibas a subir en la tapia y que te quedarías debajo.

Caperucita roja.



Un día, cuando caperucita roja llegaba del colegio a su casa, su madre le dijo que había preparado una cesta de comida para su abuelita, entonces caperucita le dijo a su mamá que tenía mucha hambre y que estaba muy cansada, además la abuelita vivía muy lejos, la madre le dijo, bueno vale, pero si no te sales del camino, no te perderás, no sé qué tendrá que ver una cosa con la otra, pero en fin, caperucita dijo que iría, que remedio, y que no se saldría del camino.
Caperucita cogió la cesta y fue por el camino  a casa de su abuelita, el camino era muy bonito, había mariposas revoloteando, árboles, conejitos, pero también se encontró con un lobo feroz y hambriento que le preguntó; ¿qué llevas ahí caperucita?, es comida para mi abuelita, dame un poco por favor que tengo hambre, lo siento señor lobo pero no puedo, y caperucita sigió su camino, pero el lobo que corría más, no se dió por vencido y llegó antes a la casa de la abuelita de caperucita, y le dijo; abuela de caperucita, tu vecina te está llamando, era mentira, pero la abuela fue a ver a su vecina, y el lobo se puso la a ropa de la abuela, sus gafas y se metió en la cama.
Cuando llegó caperucita llamó a la puerta y el lobo le dijo con voz ronca; pasa caperucita, y caperucita dijo; abuela ¡qué voz tan ronca tienes!, es que estoy un poco acatarrado, digo acatarrada, pero abuelita ¡qué nariz tan grande tienes!, dijo caperucita que ya estaba un poco mosca, para olerte mejor, abuelita, abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes!, para verte mejor, pero abuelita ¡qué boca tan grande tienes!, para comerte mejor, respondió el lobo, entonces caperucita sacó su bolso y comenzó a golpear al lobo de tal manera que este comenzó a llorar, sólo tengo hambre, dijo, y como caperucita era muy buena le dijo; bueno, te daré un bocata, aquí hay mucha comida y no creo que a mi abuela le importe, así que el lobo se puso muy contento y le dió las gracias, luego la niña le preguntó; ¿dónde está mi abuelita, lobo?, y el lobo se lo dijo.
Cuando caperucita fué a casa de la vecina, encontró allí a la abuela charla que te charla, le dió un beso muy contenta y la cesta de la comida, y la abuela dijo; caperucita, muchas gracias, pero aquí hay mucha comida, vamos a sentarnos todos a la mesa aquí mismo, invita al lobo también. El lobo se puso muy contento cuando se enteró de la noticia, había pescado, carne, dulces, refrescos, fruta, ensalada, frutos secos, cervezas, vino blanco del condado y tinto de la rioja, y todos comieron hasta hartarse, luego a todos les entró mucho sueño y se quedaron profundamente dormidos y soñaron que estaban jugando tendidos a adivinar las nubes en un prado verde, que lucía un sol radiante, que era en primavera porque no hacía frío ni calor, que había mariposas, flores, árboles.

Los tres cerditos 2.0


Eran tres cerditos, el cerdito número uno, el cerdito número dos y el cerdito numero tres, estaban jugando en el parque, en los columpios, en el tobogan, viendo a los patos en el estanque, de pronto uno tuvo una idea, ¿por que no nos hacemos una casita?, ¡qué gran idea!, respondieron todos.
El cerdito número uno dijo; yo me haré una casita de hojas y ramas de árboles en el bosque y me compraré un perrito para que me haga compañía.
El cerdito número dos dijo: pues yo me haré una casita en la playa de arena, y me compraré una caña de pescar y estaré todo el día pescando y jugando.
El cerdito número tres dijo; pues a mí me gusta vivir en la ciudad, me comparé una casita de ladrillos, que tenga chimenea, me compararé un coche, iré todos los días a tomar café, leeré el periodico e iré a pasear al parque, así que iré a ver al señor lobo feroz que es el que vende las casitas.
Dicho y hecho los tres cerditos se hicieron una casita cada uno, y fueron muy felices durante un tiempo, pero cuando llegó el invierno, un día hizo mucho viento y llovía mucho, y la casita de hojas y ramas de árboles comenzó a lloverse y luego salió volando, entonces, el cerdito número uno se fué corriendo con su perrito a casa del cerdito número dos, que vivía en la playa, pero cuando llegaron, la casita de arena estaba completamente derretida con la lluvia y tuvieron que salir corriendo a la ciudad, donde vivía el cerdito número tres, cuando llegaron llamaron a la puerta y éste les abrió, les dijo que se secaran junto a la chimenea que la tenía encendida y luego les dió un bibi de leche calentita a cada uno, y estaban tan cansados que se les fueron cerrando los ojitos poquito a poco hasta quedarse completamente dormidos, y soñaron que estaban jugando en un prado verde, que lucía un sol radiante, que había mariposas, árboles, ovejas, vaquitas, entonces se tendieron en la hierba y jugaron a adivinar las nubes y estaban tan a gusto que volvieron a quedarse dormidos dentro del sueño.

Como tú piedra pequeña.



Era una enorme piedra que vivía en una montaña en tiempo de los dinosaurios y que había vivido mucho antes cuando nació el planeta, poco a poco el sol, la lluvia y el viento fueron erosionándola hasta quedarse muy pequeñita, después de haber vivido tanto y de haber visto tantas cosas pasar delante de ella, ahora no hacía mas que rodar y rodar, un niño la cogió y la lanzó contra otro y la pobre piedrecilla se lamentó de servir como arma, cuando era grande pudo haber aplastado a un mamut y no lo hizo, ahora no servía para nada útil, después de mucho rodar, los hombres decidieron construir un colegio en aquel lugar y el azar quiso que la piedrecilla formara parte de aquellos muros, justo enfrente de la pizarra de una de aquellas aulas, cuando descubrió lo que allí se hacía fué muy feliz, aprendió mucho y vivió hasta el fin de los tiempos.


Los tres cerditos 1.0


Eran tres cerditos, el cerdito número uno, el cerdito número dos y el cerdito número tres, que vivían en un lugar muy bonito, rodeado de montañas nevadas, también había un río y un lago muy grande en donde los osos cazaban salmones, los salmones son peces muy grandes que suben el río para poner sus huevos, también había muchos árboles y muchos pájaros, cada cerdito tenía una casita y una parcela en la que tenían árboles frutales y plantaban verduritas, tenían gallinas que ponían huevos todos los días, los tres eran vecinos y a veces se reunían junto a la chimenea de la casita de uno de ellos y contaban historias y se lo pasaban muy bien. Un día llegó el lobo feroz, vestido con traje de chaqueta y corbata y estuvo hablando con los cerditos, les dijo:
Este lugar es muy bonito, me gustaría construir aquí un gran hotel junto al lago y una urbanización de casas de lujo, también me gustaría construir un puerto deportivo en el lago con muchos barcos, para que todo el mundo pueda disfrutar de este lugar tan maravilloso.
Pero nosotros vivimos aquí -respondieron los cerditos-.
No os preocupéis, os daré una casa a cada uno junto al lago, con chimenea y además os daré trabajo en el hotel.
Los cerditos no se lo pensaron más y les pareció bien la idea, así que a la mañana siguiente, llegó el lobo con una excavadora muy grande y rompió las casas de los cerditos, luego, lo primero que hizo el lobo fue construir una casa para cada uno con chimenea junto al lago y cuando el señor lobo hubo terminado su obra, vino mucha gente a visitar el hotel y a disfrutar de aquel sitio tan bonito.
Un día cuando papá cogió vacaciones, llevó a mamá y a Hugo al hotel, fueron en el coche y al llegar, el cerdito número uno nos atendió en la entrada y nos dio una habitación muy bonita, con vistas al lago, luego cuando nos instalamos, fuimos a comer y saludamos al cerdito número dos que trabajaba de cocinero, y después de comer fuimos al lago en donde estaba el cerdito número tres que trabajaba cuidando y arreglando los barcos y nos dio un paseo por el lago en su barco y pudimos ver de cerca las montañas nevadas, los osos, los salmones, los árboles y los pájaros, cuando volvimos a la habitación del hotel, estábamos tan cansados que se nos fue cerrando los ojitos poquito a poco y nos quedamos profundamente dormidos, y soñamos que lucía un sol radiante, que no hacía frío ni tampoco calor y que estábamos tendidos en la hierba verde viendo pasar las nubes y jugando a adivinarlas.