domingo, 7 de julio de 2013

Las manos sucias.

Hoederer.- Es cierto: tú tienes ideas. Ya se te pasará.
Hugo.- ¿Usted cree que soy el único que las tiene? ¿No murieron por ideas los compañeros que se hicieron matar por la policía del Regente? ¿Cree que no los traicionamos si hacemos que el Partido sirva para sacar las castañas del fuego a sus asesinos?
Hoederer.- Me importan un cuerno los muertos. Todos han muerto por el Partido y el Partido puede decidir lo que quiera. Hago política de vivos, para los vivos.
Hugo.- ¿Y usted cree que los vivos aceptarán sus combinaciones?
Hoederer.- Se las haremos tragar muy suavemente.
Hugo.- ¿Mintiéndoles?
Hoederer.- Mintiéndoles a veces.
Hugo.- ¡Usted... usted parece tan verdadero, tan sólido! No es posible que acepte mentir a los camaradas.
Hoederer.- ¿Por qué? Estamos en guerra y no es costumbre tener al soldado hora por hora al corriente de
las operaciones.
Hugo.- Hoederer, yo... yo sé mejor que usted lo que es la mentira; en casa de mi padre todo el mundo me
mentía. Sólo respiro desde mi entrada en el Partido. Por primera vez vi hombres que no mentían a los otros hombres. Cada uno podía tener confianza en todos y todos en cada uno; el militante más humilde sentía que las órdenes de los dirigentes le revelaban su voluntad profunda y si las cosas fracasaban, uno sabía por qué aceptaba morir. No irá usted...
Hoederer.- ¿Pero de qué hablas?
Hugo.- De nuestro Partido.
Hoederer.- ¿De nuestro Partido? Pero siempre se ha mentido un poco. Como en todas partes. Y tú, Hugo
¿estás seguro de que nunca te has mentido, de que no has mentido nunca, de que no mientes en este mismo minuto?
Hugo.- Nunca he mentido a los camaradas. Yo... ¿De qué sirve luchar por la liberación de los hombres si
se los desprecia lo suficiente para llenarles la cabeza de patrañas?
Hoederer.- Mentiré cuando haga falta y no desprecio a nadie. La mentira no la he inventado yo: nació en una sociedad dividida en clases y cada uno de nosotros la heredó al nacer. No aboliremos la mentira negándonos a mentir, sino empleando todos los medios para suprimir las clases.
Hugo.- No todos los medios son buenos.
Hoederer.- Todos los medios son buenos cuando son eficaces.
Hugo.- Entonces, ¿con qué derecho condena usted la política del Regente? Él declaró la guerra a la U.R.S.S. porque era el medio más eficaz de salvaguardar la independencia nacional.
Hoederer.- ¿Pero te imaginas que la condeno? No tengo tiempo que perder. Él hizo lo que cualquier tipo
de su casta hubiera hecho en su lugar. No luchamos ni contra hombres ni contra una política, sino contra
la clase que produce esa política y esos hombres.
Hugo.- ¿Y el mejor medio que encontró para luchar contra ella es ofrecerle compartir el poder con usted?
Hoederer.- Exactamente. Hoy es el mejor medio. (Una pausa.) ¡Cómo te importa tu pureza, chico! ¡Qué
miedo tienes de ensuciarte las manos! ¡Bueno, sigue siendo puro! ¿A quién le servirá y para qué vienes con nosotros? La pureza es una idea de fakir y de monje. A vosotros los intelectuales, los anarquistas burgueses, os sirve de pretexto para no hacer nada. No hacer nada, permanecer inmóviles, apretar los codos contra el cuerpo, usar guantes. Yo tengo las manos sucias. Hasta los codos. Las he metido en excremento y sangre. ¿Y qué? ¿Te imaginas que se puede gobernar inocentemente?


Jean Paul Sartre: Las manos sucias.