viernes, 9 de noviembre de 2012

La duda como medio para obtener la ataraxia.

    Ellos (los escépticos) sostienen que nada es bueno o malo en sí. Pues, si existiera una cosa así, sería buena o mala para todos igual como la nieve es fría para todo el mundo. Pero como no hay nada que sea igualmente bueno o malo para todos, luego no hay nada que sea bueno o malo en sí mismo. En efecto, o bien todo lo que uno encuentra bueno, hay que juzgarlo o no. Y por otra parte, no es posible llamarlo todo bueno, ya que la misma cosa es juzgada buena para uno (por ejemplo, el placer para Epicuro) es juzgada mala por otro (por ejemplo Antístenes). Sucede, pues, que la misma cosa es a la vez buena y mala. Así, pues, si no consideramos bueno aquello que es llamado así por alguien, será necesario que discutamos y valoremos las distintas opiniones, lo que tampoco nos es posible hacer por idénticas razones. Luego, no sabemos qué es el bien en sí (...).
    En fin, los escépticos dicen que el bien supremo está en la duda, a quien sigue como su sombra, la tranquilidad. Pues dicen que no buscan ni rehúyen lo que está en ellos por naturaleza, y todo aquello que no depende de nuestra naturaleza pero nos alcanza por necesidad, no podemos evitarlo, como el hambre, la sed, el tener frío, la necesidad. No hay ningún razonamiento capaz de suprimir estas cosas (...).
    Nosotros elegimos o rechazamos según las costrumbres, por las razones expuestas. Nuestra elección es, pues, simplemente asunto de costrumbre.

Diógenes Laercio: Vida, doctrina y sentencias de los filósofos ilustres II.



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